La Pasión según Andalucía

El 76% de la población andaluza afirma no practicar ninguna religión. El 39,4% de los católicos no acude a ningún oficio religioso en nuestra autonomía. Malos tiempos para lo místico. Pero llega la Semana Santa. Las calles se llenan de personas que se agolpan para presenciar el transcurrir de los pasos y tronos.

¿Qué significa esto? ¿Acaso una desconexión de esta celebración de los estrictamente religioso? ¿Quizás una extensión de la celebración religiosa a una dimensión cultural que siempre tuvo esta fiesta, enlazando con tradiciones anteriores incluso al cristianismo?

Las interpretaciones en una población tan diversa como la andaluza lógicamente no son homogéneas. Pero una cosa es clara, la Pasión de Jesús sirve como nexo de reunión y convivencia a las familias andaluzas en torno a las imágenes y cofradías de sus barrios.

Nuestro Padre Jesús de las Penas (Hermandad de la Estrella) cruzando el puente de Triana. Fotografía Eduardo Briones. Diario El Independiente.

Se podrá ser creyente, practicante o no, agnóstico e incluso ateo, pero lo que es la fiesta y la costumbre, arraigada en el Pueblo Andaluz desde tiempos remotos, promueve la participación de todas nuestras gentes, con la afloración de todo tipo de sensaciones y sentimientos en un evento que trasciende a lo religioso, convirtiéndose en una manifestación cultural.

Resulta curioso cuanto menos que entre el Jesús de la cofradía, y el Jesús de la misa del domingo haya tanto trecho, en cuanto a expectación se refiere. Quizás esas mismas élites que se afanan en ocupar el protagonismo en el discurrir de ésta, nuestra Semana Santa, ajenos a que el protagonismo real lo tienen un joven carpintero y su madre, deberían preguntarse si sus acciones son las correctas.

Hermandad de ‘Los Ángeles’ de Almería.

Tiempo de recapacitar para los ‘blancos sepulcros’ a los que Jesús se refería, esos que no ven más allá de su propio bienestar y beneplácito y se olvidan de lo más importante.

Nuestra sociedad, la misma que sobrevivió al Covid, tan condicionada por los tiempos del día a día, tan influenciada por un consumismo excesivo, tan distante, cada vez más, de su parte ‘social’ y tan envuelta en su individualismo falsamente ‘protector’, puntualmente encuentra en las fiestas (Semana Santa, Navidades, Ferias, Romerías…) una válvula de escape de la monotonía de vida, una parada en la continua escalada que acometemos para llegar a cada fin de mes, y un motivo de reunión familiar.

Jesús Cautivo, procesión del lunes santo malagueño

Cada una de nosotras, como personas que somos, llegamos a la Semana Santa con un motivo distinto. Pero el caso es que estamos ahí, formando parte del conglomerado multicolor, lleno de luces y sonidos, que conforma cada año el recuerdo de la Pasión de aquel que se entregó a los Poderes, a sabiendas que debía servir a un propósito mayor, y que osó decir que todas y todos eramos iguales, y que lo importante era amar al otro, al de enfrente. Existiera o no, fuera Hijo de Dios o no, la fuerza del mensaje es tremenda. Pero del dicho al hecho, poner en práctica ese mensaje cuesta mucho, sobretodo cuando la condición del ser humano se aferra a la busqueda de poder…

La Semana Santa nos deja esa ilusión de una pequeña al pedir un caramelo a un nazareno, o la sonrisa de un anciano cuando recibe una estampíta de la cofradía que pasa. O esa madre que porta a su bebé vestido de costalero o monaguillo…

Detalles, sólo detalles.

Monaguillos en la Hermandad del Cristo de la Sed y la Virgen de la Concepción en Sevilla. Fotografía de Rocío Soler Coll. Diario el Correo de Andalucía

Penitentes, con cruz o sin cruz, que caminan afanados tras las imágenes a las que muestran devoción. Nazarenas y nazarenos que desde los más recónditos puntos acuden a conformar el cortejo serpenteante que acompaña a sus imágenes en los tronos y pasos, de oro, plata y madera, bajo los palios o a la sombra de una cruz.

Detalles, sólo detalles.

Padre e hijo costaleros. Semana Santa de Jaén. Fotografía de web de Ortopedia López

El ‘aguaor’, el acólito que porta el cirial, el hermano que se presta a enceder la candelería, los hermanos que se afanan en proteger las imágenes cuando la impredecible lluvia hace acto de presencia, o las hermanas nazarenas que con lágrimas en los ojos ven entrar desde dentro de su iglesia o capilla a su imagen querida. El roce de zapatillas cuando se sufre bajo las trabajaderas, o la impresionante imagen de los hermanos que con emoción portan los tronos.

Detalles, sólo detalles.

Imagen del aguaor de una cofradía de Córdoba. Fotografía de El Cirineo y del diario Cordópolis.

El olor a incienso que te embriaga, la voz de la joven, o del que lo fue, que entabla un monólogo con la imagen allí presente, para poner de manifiesto cómo se puede llegar a rezar en Andalucía a través del flamenco (y pensar que las saetas llegaron a estar prohibidas por los poderes por ser demasiado mundanas), y ese mensaje del capataz que recuerda a los que se fueron…

Detalles que van perfilando una fiesta, una celebración, que el Pueblo Andaluz hizo suya para vivirla a su manera. La Semana Santa en Andalucía se llena de luz. También tiene sus tonos negros, sus silencios, su seriedad, pero sin duda la luz se impone, como conjunción de nuestro cielo, de nuestro sol, de nuestra estrella, y de nuestra alegría y forma de ser. Una alegría que siempre hemos usado para sobrellevar mejor nuestros problemas y nuestras cosas. Eso le da un carácter especial a nuestra celebración, por más que otros quieran reconducirla por otros derroteros, ajenos a siglos de historia y de evolución de la mano de nuestro Pueblo, que la ha hecho suya, transformándola y modeándola a su manera.

Laura Gallego interpretando una saeta para Jesús de las Tres Caídas, titular de la Hermandad de la Esperanza de Triana.

Curiosamente, muchos de estas élites que quieren ‘encorsetar’, no se sabe bien por qué, nuestra Semana Santa, precisamente se empeñan en mantener un clasismo, demasiado marcado en los tiempos que corren, prefabricando unas ‘posiciones de privilegio’ que no deberían tener razón de ser en nuestra supuesta sociedad ‘democrática’. Para ello no dudan en levantar mamparas ‘privilegiadoras’ en pleno corazón de nuestras ciudades. Pero bueno, los de los ‘sepulcros blanqueados’ tienen que seguir encalando, para que el blanco deslumbrante de fuera no deje ver la podredumbre interior.

No pasa nada. El Pueblo siempre encuentra su rinconcito de barrio, su callejuela, su esquinita, su momento para conectar con el nazareno y con su madre, en una correspondencia biunívoca con cada uno de ellos, a pesar de ese agnosticismo e incluso ateísmo que crece en la población andaluza.

De esta forma hay personas a las que les basta con vestir sus ropas de nazarena o nazareno, o su costal o su traje, para vivir a su manera el momento de la Fiesta, en una tradición cultural de la que gustan sentirse parte.

Virgen de los Dolores de la Hermandad del Cerro del Águila realiza su salida, como es habitual, con el Himno de Andalucía. Algo extraordinario en el transcurrir de la Semana Santa de Andalucía.

Sin duda, esta suma de vivencias personales, que se extiende durante toda una semana mágica, debería tener una proyección también hacia nuestras vidas, y no necesariamente desde el punto meramente religioso, sino para propiciar un regreso a lo social, a aquella Andalucía que por momentos se ha perdido, y en la que, habiendo una olla de comida en una casa, aquellos que ese día lo llevaban peor por las circunstancias de la vida, no se iban a quedar sin comer. Esa Andalucía en la que no se miraba al prójimo para competir, sino para cooperar y para construir todos juntos, enfrentándose a problemas más graves de los que hoy en día podamos tener. Bien merece una pensada esta extensión de nuestro lado ‘mejor humano’ al resto del año en nuestra convivencia social.

Esperanza Macarena y Esperanza de Triana.

Un abrazo, hermanas y hermanos de vida. Buenas Semana Santa, y que no falte nunca la Esperanza.

Deja un comentario