Todo eran ilusiones tras la consecución de la Autonomía para Andalucía. El Pueblo Andaluz había conseguido abrir una puerta cerrada a cal y canto para sus anhelos, desbloqueando la posibilidad de ser tratado como otros pueblos que se sentían nación. Y no, Andalucía simplemente no quería ser menos.
Junto a catalanes, vascos y gallegos, las gentes de Andalucía se sienten por primera vez unidas para exigir su reconocimiento como ‘Autonomía de Primera’, y con ello, fuerzan a la búsqueda de un resquicio en una Constitución Española que se desentendía de la Historia Andaluza, y marginaba su deseo de autonomía, postergándoles con un plan trazado para adjudicarles un papel de segunda categoría.
Y pese a todo, tras aquel gran triunfo, ¿a dónde hemos llegado con esa supuesta ‘Autonomía de Primera’?

Podréis pensar, que efectivamente Andalucía ha cambiado mucho respecto a la de aquella época. Han pasado 45 años desde aquel 28 de Febrero de 1980, fecha del referéndum. Y sí, efectivamente, las cosas han variado. Pero a pesar de las mejoras, a pesar del crecimiento, a pesar de la entrada incesante de ayudas desde Europa, a pesar del movimiento con la corriente a favor de la evolución de España, Andalucía sigue la última de la fila en prácticamente todo.
Casi medio siglo en el que el Pueblo Andaluz no ha dejado de estar a la cola. Lo podéis comprobar en la gráfica de la portada de este artículo, que recoge el PIB por habitante, es decir, la medición de riqueza por habitante que sustituye a la clásica renta per cápita. Aunque son datos del INE del año 2022, los datos actuales no difieren mucho a pesar del supuesto crecimiento de nuestra economía. Y no difieren, simplemente porque no hay convergencia hacia la media de España, no llegamos a alcanzar ni tan siquiera esa media, y mucho menos los puestos de cabeza.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué siendo uno de los territorios más ricos en recursos naturales y humanos seguimos en la última posición a pesar de todo el capital europeo que ha llegado a Andalucía?
Cataluña, País Vasco y Madrid se mueven a otro nivel, con una ventaja por habitante de unos 11.000€ por habitante, en el caso catalán, más de 14.000€ en el caso vasco, y más de 17.000€ en el caso madrileño. Sólo Galicia está por debajo de la media estatal, aunque nos lleva una considerable distancia, con unos 4.800€ más por habitante gallego frente al homólogo andaluz.
¿Cómo se soluciona esto?

Pues creando riqueza interior. No hay más. Pero nuestros gobernantes se empeñan en atraer la inversión foránea, inversión de fuera de Andalucía que fundamentalmente busca cumplir con su cometido, que no es otro que enriquecerse, como ocurre con cualquier empresa. Empresas que lógicamente no desvelan su Know-How (Cómo se hacen las cosas) y que se aprovechan de los recursos naturales andaluces y de la mano de obra barata para multiplicar sus beneficios, fiscalizando su actividad normalmente fuera de nuestras fronteras.
Luego, nuestros políticos se encargarán de vendernos la creación de puestos de trabajos, empleos que alcanzan su pico en la fase de instalación o construcción de las empresas para luego decaer exponencialmente en la fase propiamente de explotación.
Sin duda, la creación de puestos de trabajos está íntimamente ligada a los votos electorales que un político o gobernante recibe. Lamentablemente pasamos por alto la calidad de esos empleos y el nivel adquisitivo que permiten conseguir a la población andaluza. Sólo nos quedamos con esos números, sin plantearnos si hay otras opciones de crecimiento más adecuadas.
Pues si tanto nos gustan los números, aquí tenemos algunos de esos números.
El salario medio andaluz está establecido, según datos de la Junta de Andalucía del año 2023, en unos 20.000€ para los andaluces y unos 16.000€ para las andaluzas, lo que hace una media de unos 18.000€ anuales. Hablamos de unos 1.055€ netos en 14 pagas con las actuales condiciones de IRPF.

Frente a esto, ¿no sería una estrategia mejor la de incentivar con mayor esfuerzo la creación y desarrollo de empresas autóctonas que no tuvieran que competir en terreno propio con empresas foráneas mucho más potentes? ¿No repercutiría ello en un mayor beneficio del territorio a través de la proliferación de esas empresas y cooperativas autóctonas? Algo así como por ejemplo el modelo de COVAP, o el de USISA. ¿No interesa más ese modelo?


Andalucía no está sólo la última en lo que a nivel económico se refiere si redistribuimos su riqueza entre sus habitantes, sino que estadísticamente, ocupamos también esos puestos de cola en otras muchas gráficas, como por ejemplo, en la inversión sanitaria por cada habitante. Aquí vemos un estudio propocionado por la Asociación MIR, donde se recoge la inversión por habitante en cada autonomía para el año 2022:

¿Veis cómo se utiliza la información según se quiere? Cuántas veces habremos escuchado al presidente de la Junta de Andalucía hablar del incremento de la inversión en la Sanidad Andaluza, pues como podéis comprobar, el hecho de que se incremente dicha inversión, no supone que abandonemos la cola de la inversión sanitaria. Y esto mismo ocurre con otros campos, como el de la educación.
No significa que los presupuestos no se incrementen (luego está, que se ejecuten, que eso es otro tema), sino que dicho aumento no es suficiente para recortar las diferencias que nos separan de otros territorios. Y es que en esos otros territorios, también se incrementan los presupuestos en igual medida o incluso en mayor cantidad.
Volviendo al tema de nuestro tejido productivo, ¿cuántas empresas andaluzas conocéis que verdaderamente sean competitivas en su sector? ¿cuántas de ellas pertenecen al sector primario (agricultura, ganadería, pesca y minería), cuántas al sector secundario (manufactura, fabricación y transformación) y cuántas al sector terciario (servicios)?
¿Cuántas pagan sus impuestos en Andalucía? ¿cuántas tienen su sede central y fiscal en nuestra autonomía?
Basta sumergirse un poco en las cifras para comprobar que nuestra economía sigue sin desarrollar su sector secundario, y cuando lo hace, es por el esfuerzo al unísono de cooperativistas, o de empresarios con una decisión clara, apoyados por el compromiso de sus trabajadores. Según publicaba la Junta de Andalucía en diciembre de 2023, con datos del año 2022, el 74,5% de las andaluzas y andaluces trabajan en el sector servicios (sector terciario). La cifra en el sector primario (agricultura, ganadería, silvicultura y pesca) representa el 11,5%. En el caso de la industria, energía, agua y gestión de residuos, la cifra es de tan sólo un 8%, mientras que la construcción absorbe el 6% restante.
En 45 años de Autonomía Andaluza, las fuerzas políticas dirigentes, tanto PSOE como PP se han mostrado incapaces de desarrollar nuestro sector secundario, apostando por traer de fuera lo que debemos hacer crecer desde dentro.
Las cooperativas son nuestro tesoro, y a partir de ellas, la creación de tejido industrial diversificado, con una clara apuesta por el I+D. ¿De verdad que nuestros políticos y sus asesores todavía no han reparado en ello, empeñados en atraer capital externo?
Pese a la capacidad productora de Andalucía en nuestro sector primario, demostramos una incapacidad abrumadora para transformar esos productos primarios, que adquieren un mayor valor cuando se transforman, porque nuestra Administración Autonómica sigue mirando al exterior. Quizás en este sentido debería fijarse más en el compromiso de administraciones como la vasca o la catalana con su tejido productivo autóctono.
El número de fábricas y manufacturas que transforma nuestros productos primarios para llegar al mercado y conseguir unos mayores ingresos por un bien manufacturado o procesado sigue estando muy por debajo del nivel que podríamos tener, del nivel que tienen economías punteras como la vasca, catalana o navarra.
Curiosamente, cualquier estudio de mercado mostrará que es el sector secundario el que consigue una mejor calidad de sus empleos y una mayor estabilidad frente a la temporalidad y a la inferiores condiciones de los empleos en los otros sectores productivos, como el primario y el terciario.
Andalucía fue forzada a quedar descolgada de la Revolución Industrial, pese a sus notables comienzos en el siglo XX. Pero resulta muy curioso cómo las políticas desarrolladas desde el Gobierno estatal y el Gobierno autonómico no han hecho sino mantener ese estancamiento del sector productivo secundario andaluz en este nuevo período democrático.


Fotografías de los altos hornos de Málaga y de los telares de Hytasa en Sevilla.
Históricamente, nuestras provincias destacaron, en todas las épocas, por su capacidad de manufactura y de producción, aprovechando sus ricos recursos naturales que ellas mismas explotaban. Fueron otros tiempos.
Tras la dictadura, las políticas desplegadas desde Madrid, y desde la capital administrativa andaluza, Sevilla, tras la consecución de la Autonomía, no han hecho sino mantener una influencia minúscula de nuestra industria en nuestra economía. ¿Maniobra ésta interesada o ineficacia manifiesta de nuestros políticos?
La inversión en I+D, pese a las buenas noticias que se intentan ‘vender’ desde las páginas de la Junta de Andalucía, reflejan esta evolución de datos, según los datos del INE en los años 2021 y 2023.


Curiosamente la mayor parte de ese I+D viene desarrollado en Andalucía por las universidades andaluzas, que se quejan de su financiación, mientras se las perjudica con una cada vez más clara apuesta por la universidad privada. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que si se le cierra el grifo en la financiación y encima se le ponen obstáculos en el camino, lo más probable es que dichas entidades públicas reduzcan sus esfuerzos en el apartado de I+D, tan necesario para nuestra economía.
Ante toda esta información, ante todos estos datos, está claro que algo no funciona. Algo no se está haciendo bien. Y pese a todo, Andalucía con todas sus limitaciones sigue siendo la tercera autonomía en aportación al PIB de España, tras Madrid y Cataluña.

¿Por qué la riqueza de Andalucía no incide proporcionalmente en la riqueza de los andaluces?
En este 28F, una sencilla reflexión.
Cataluña y País Vasco destacan por un fuerte poder político propio. A derechas e izquierdas, los catalanes y vascos suelen votar a partidos propios.






Madrid, al ser la capital de España, y aglutinar la mayoría de las instituciones a nivel estatal, parte con ventaja ante cualquier competidor. Y más aún con las rebajas fiscales que ha venido planteando para la atracción de empresas ubicadas en otros territorios del Estado español, hecho éste que ha permitido que entidades que explotan los recursos andaluces, puedan tributar sin ningún problema en la ciudad de la Cibeles.
Galicia, tras otras experiencias políticas, comienza a creer en su BNG, que ha obtenido en las últimas elecciones autonómicas unos inmejorables resultados.
Vemos que las nacionalidades históricas tienen todas un poder político propio a través de partidos que no dependen de órganos centrales en Madrid.
Bueno, todas las nacionalidades históricas no. Andalucía curiosamente es la única que carece de partidos propios, independientes de Madrid, que reciban esa confianza del Pueblo Andaluz para reclamar la cobertura de las necesidades de Andalucía en cualquier foro estatal (Congreso, Senado, etc).
Esos partidos sí existen, el problema es que el porcentaje de votos que reciben es minúsculo en comparación al resto de partidos. Está Adelante Andalucía (con 2 parlamentarios andaluces en sus filas, José Ignacio y Maribel Mora), Andalucía por Sí (cuya representación institucional se basa en el ámbito municipal, con concejales y alcaldes en varios ayuntamientos andaluces), Izquierda Andalucista y Defender Andalucía (integrados en la propia Adelante Andalucía) y Nación Andaluza, como más destacables.





¿Para qué sirve ser una Autonomía de primera, si eres gobernado por los mismos partidos que gobiernan en Madrid? ¿de qué sirve votar a un partido que cuando gobierna en Madrid adopta medidas contra los intereses de tus gentes, sea a la izquierda o a la derecha del arco político estatal?
Dicen los estudiosos que los moriscos, andalusíes convertidos al cristianismo, buscaban demostrar continuamente su cristiandad para evitar caer en la sospecha y las represalias.
Las andaluzas y andaluces actuamos de un modo similar, será porque son nuestros antepasados aunque a muchos les pese. Nos empeñamos en demostrar que somos más españoles que nadie, y eso, junto a las críticas continuas externas contra nuestra lengua, costumbres, etc, nos han hecho adoptar una postura que no entiende realmente el alcance que tiene la palabra ‘Autonomía’, tan deseada por Blas Infante, y tan defenestrada por nuestro voto electoral, que suele marchar para apoyar a los mismos partidos centralistas que luego nos perjudican en sus pactos.
¿Es que los andaluces y andaluzas no nos vemos con capacidad propia y tenemos que seguir dejando que nos lleven de la manita partidos centralistas que a las primeras de cambio actúan contra nuestros intereses a pesar de que son votados aquí mayoritariamente?
¿Por qué el País Vasco tiene derecho a construir un túnel bajo su ría, por decisión de su gobierno autonómico, y a nosotros se nos obliga a construir un puente sobre el río Guadalquivir, por designios del gobierno estatal, cuando el impacto ambiental desechaba esta idea en primera estancia? ¿Por qué Madrid decide lo que se hace o no en Andalucía, en Jaén, en Almería, en Huelva o en cualquiera de las provincias andaluzas?
El problema no es el País Vasco. El problema tampoco está en Madrid. El problema está aquí, en Andalucía. En nuestra incapacidad para darnos cuenta de que no podemos seguir bajo el yugo externo de quien juega con nuestro voto, sea PP, PSOE, Sumar, Vox, Podemos, Cs, etc.
Ojalá este nuevo 28F (que nunca debió ser el Día de Andalucía, por la importancia contrastada de aquel 4 de diciembre de 1977) haga que más andaluzas y andaluces despierten de su estado semialetargado para la consecución de un poder político andaluz, y se abran a la política (red compleja que controla absolutamente todo el desarrollo de nuestra sociedad) percibiendo de este modo que necesitamos potenciar ese poder político propio para cambiar nuestra realidad.
Tenemos que despertar del embaucamiento numérico que medios afines a los partidos gobernantes nos suelen transmitir. Y es que, con esta realidad, con un sueldo medio de 1.055€, que antes hemos comentado, cuesta mucho vivir. Quizás habría que preguntarle a la señora Montero, como viviría ella con este sueldo medio, o quizás deberíamos preguntárselo al señor presidente Moreno Bonilla, cuando él y los suyos hablan del milagro económico andaluz.
En este 28F, nada que celebrar. Ni en nuestra parte oriental ni en nuestra parte occidental. En toda Andalucía, pese a la belleza de nuestra tierra, resulta muy complicado vivir y llegar a fin de mes para la gran mayoría de andaluzas y andaluces. ¿De qué sirve vivir en una tierra tan bella si cuesta tanto disfrutarla? La supuesta izquierda centralista se pelea en estos días para ver si cobra impuestos o no a las personas que cobran el sueldo mínimo interprofesional. 1 de cada 5 de esas personas es andaluz. Un sueldo mínimo que ha ascendido a la irrisoria cantidad de 1.148€. Mientras, los alquileres de viviendas siguen disparándose, la cesta de la compra se vuelve prohibitiva y el sueño de comprar una vivienda se hace inalcanzable.
Andalucía, 28F. Reclamamos poder vivir.
Fuente gráfica de portada: Diario La Razón.