Morayma, la última Sultana de Graná

Si navegamos por internet, buscando el nombre de Morayma, encontraremos con esta referencia: un mirador, un torreón, una alquería, un perfume de autor, y un personaje oculto en la Historia de Andalucía.

Pero, ¿quién fue Morayma?

Morayma fue una de tantas mujeres andaluzas olvidadas en la Historia de Nuestro Pueblo.

Ella fue la última Sultana de Graná, y fue el gran amor de Boabdil.

Morayma debió ser una mujer bella pues las crónicas de los poetas andalusíes la describen así en el día de su boda:

 “la novia vestía saya y chal de paño negro y una toca blanca que casi le ocultaba el rostro, lástima, porque sus facciones son muy lindas y seductoras”.

“Ojos grandes y expresivos en un rostro admirable, a través de las tupidas ropas adivinábanse unos hombros, unos brazos, unas caderas y un talle de clásicos y opulentos contornos”.

Las últimas lágrimas vertidas por el último rey nazarí no fueron en la escena recreada y elaborada para el culmen de la llamada ‘Reconquista’ con la pérdida del Reino de Granada.

Sin duda fueron por su amada esposa a la que perdió en su exilio y cuyos restos deben permanecer en algún lugar entre las ruinas del importante Castillo de Mondújar y las verdes tierras del Valle de Lecrín, a escasos 30 kilómetros de la Alhambra (Al Hamra), como bien explica Jesús Pozo en su texto ‘El Dolor de El Rey Chico’;

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Existen documentos que recogen el traslado del Cementerio Real Nazarí desde la Ciudad de la Alhambra hasta Mondújar, traslado ordenado por el propio Boabdil cuando, tras la firma de las capitulaciones de Granada, tuvo que dejar la Ciudad de la Alhambra y quiso retirar a sus antepasados del nuevo ‘dominio’ cristiano.

Igualmente organizó el traslado del cadáver de su esposa desde Laujar de Andarax, en la alpujarra almeriense, zona donde la pareja se había establecido tras dejar atrás sus estancias en la fortaleza roja granaina.

Morayma fue compañera, esposa y apoyo, sin duda, para un hombre como Boabdil.

Su vida transcurrió en un complejo cóctel de soledad, amargura, desasosiego y pérdida. A pesar de su buena ubicación social, las circunstancias históricas que precipitaban la desaparición de los últimos reductos de Al-Andalus, después de casi ocho siglos, marcaron su vida.

La lejanía del ser amado, sumido en batallas múltiples, contra familiares y contra los conquistadores fronterizos, el desasosiego de un futuro incierto, la soledad de verte apartada de tus hijos sin tener certeza sobre si podrás recuperar su compañía, sin tener certeza de si su vida será respetada, la pérdida de tu estatus, de tu vida hasta entonces conocida, de tu hogar…

Nunca he leído opiniones positivas sobre Boabdil, un hombre que atrapado en una encrucijada de luchas familiares, asfixiado por asedio de un enemigo superior y más dotado técnicamente, presionado por el cautiverio forzoso de sus hijos, busco la mejor salida para su Pueblo y para su familia en unas capitulaciones que, sin embargo, luego no serían respetadas por los vencedores, traicionando la palabra dada al Último Sultán de Graná (Garnata).

En esas capitulaciones se firmaba el respeto a las posesiones musulmanas, a la cultura y a la práctica de la religión de su Pueblo. Todo quedaría en papel mojado con el devenir del tiempo.

De Morayma, nunca he leído nada, mujer andaluza oculta como tantas otras.

Madre privada de sus hijos, ya que ambos fueron requeridos por Fernando II de Aragón, el Católico, como garantía de no agresión cuando puso en libertad al rey nazarí, tras su enfrentamiento y posterior captura en la batalla de Lucena (1483), donde el padre de Boadil fue muerto. De esta manera, el rey católico se aseguraba el sometimiento del rey nazarí, ante el riesgo de ver pasar a cuchillo a sus vástagos, si se producía un intento de ataque armado desde el lado musulmán.

Salida de la familia de Boabdil de la Alhambra- Autor: Manuel Gómez-Moreno González.

¿Puede haber mayor dolor que el de una madre que ve apartar a sus hijos de su regazo?

Morayma no volvería a recuperar a sus hijos hasta 1492, coincidiendo con la marcha desde la Alhambra, poco antes de su muerte en 1493. Pero antes vería marcharse a uno de esos hijos tan añorados:

“En Laujar, Morayma pasó los que, quizás, fueron los mejores días de su vida: estaba junto a sus hijos y su sonrisa volvió a su rostro. Boabdil se dedicaba a estar con su familia y a la caza con halcones y galgos. Pero poco duró la felicidad: su segundo hijo muere y, a los pocos meses, muere Morayma de tristeza. Corría el mes de agosto de 1493. La última voluntad de la Reina de Granada fue ser enterrada en el Cementerio Real de Mondújar, junto a los Reyes de la dinastía nazarí, junto a su padre Aliatar y sus hermanos. Boabdil dispuso la entrega de ciertos bienes al alfaquí de Mondújar para que rezara dos veces en semana ante la tumba de Morayma, y una renta importante a los ulemas a fin de que oraran diariamente por su esposa en dicha mezquita.” (Fragmento de artículo de La historia de los vencidos (VI): Morayma, la última Reina de Granada-Santafedigital.es)

De nuevo el destino se muestra cruel con nuestra sultana y con la familia real nazarí en su conjunto.

Boadil cruzó el Mediterráneo para instalarse en Fez, con el resto de su familia y su séquito cortesano, al abrigo de parientes instalados en la zona.

No volvería a casarse a pesar de que su muerte se prolongaría hasta 1528.

Volviendo a nuestros días, a una actualidad no tan lejana, y como un botón de muestra del extremado cuidado que nuestros responsables políticos tienen en Andalucía con nuestro patrimonio histórico-cultural (por su puesto escribo en tono irónico y muy, muy indignado), encontré este artículo del periódico Granada Hoy:

https://www.granadahoy.com/granada/dinastia-nazarita-sepultada-asfalto_0_402860198.html

En él se explica cómo, en lugar de trasladar el Cementerio Real Nazarí de Mondújar, donde entre otros residían los restos de Morayma y posiblemente del hijo fallecido antes de su muerte, se decidió arrasar sin reparo, en el proceso de construcción de la Autovía de Motril (1998-2001). Sin duda, no hay nada que el asfalto no cubra.

Así es como se trata a la Historia en Andalucía. Hoy cubro con asfalto una Rawda Real Nazarí con más de 500 años de antigüedad en Granada, mañana desmonto un Cabezo Tartésico o intento cubrir con hormigón un Puerto también Tartésico en Huelva, de más de 2000 años…

Dependerá sólo del Pueblo Andaluz exigir respuestas a estos atropellos de nuestro Patrimonio Histórico, patrimonio irrecuperable si se destruye.

Por suerte, también encontré esta joya, escrita por la sevillana Andrea D. Morales, especializada en la Edad Media y, en concreto, en Historia de género en Al-Andalus.

Me encantó encontrar mujeres andaluzas historiadoras comprometidas con nuestra Historia y que se atreven a asumir proyectos tan complejos como la publicación de esta interesante novela histórica.

¡Me la pido!

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