¿Una Andalucía desconectada de lo social?

Las personas somos seres individuales y sociales. Alcanzamos nuestra madurez a través de nuestro crecimiento personal, pero también a través del enriquecimiento adquirido a través de las relaciones que mantenemos en la sociedad.

Un delicado equilibrio para alcanzar el bienestar ansiado y la felicidad.

Pero, ¿qué pasa si se anula alguna de las dos vertientes?

Imagen de Pixabay

Sabemos que la anulación de lo personal, de lo individual, puede llegar a convertir al ser humano en un ‘esclavo’ del sistema. Sistemas políticos como el fascismo o el comunismo, salvando sus claras diferencias, han demostrado con creces cómo una estructura social de poder dominante puede llevar a las personas al abismo, al anular su libertad individual de un modo u otro.

Sin embargo, si buscamos el otro extremo, ¿qué ocurre cuando lo que prevalece es el individualismo y se produce una situación de ruptura con lo social?

Estamos viviendo una época de desapego generalizado a la integración de las personas en organismos sociales de toda índole. No hace falta irse al extremo de las organizaciones políticas, basta acercarse a la AMPA de un simple colegio.

Imagen de clase escolar. Fuente Onda Andalucía.

Quién no ha oído eso de:

-¡Uy, yo no tengo tiempo pa eso! –o también eso de- ¡Ahora estoy muy ocupao  (u ocupá)!

O simplemente, hemos pensado: ¿Y ahora voy yo a ir a una reunión?

Es cierto que el ritmo de vida en esta sociedad que nos rodea, donde nuestro trabajo y sueño monopolizan como media la mitad de las horas semanales de las que disponemos, suele ponerse como excusa, pero aún así no justifica que estemos perdiendo esa otra vertiente social que nos caracteriza.

Las mujeres y hombres aprendimos que para conseguir ciertas metas no podíamos actuar solas o solos. Fue de esta manera que las personas comenzaron a agruparse para con la ‘unión de fuerzas’ facilitar la consecución de aquellos objetivos que de manera individual parecían simplemente inalcanzables.

Pero, amiga y amigo mío, hemos llegado a la época en que sacar algo de tiempo para la reunión, la organización y el intercambio de ideas para mejorar simplemente tu entorno es toda una epopeya. Quizás nos hemos vuelto demasiado cómod@s, quizás hemos perdido la ilusión por conseguir algo más que el bienestar individual, entendiendo por individual el propio y el del entorno familiar más cercano.

‘Ego’-Fuente blog Peakd.com

Sin embargo, tenemos tiempo para las series, las videoconsolas, las redes sociales, los gimnasios, los bares,… Y es que todo es necesario. Es cierto que a través de todos estos ejemplos citados también se puede desarrollar nuestra ‘mitad social’, ya que en cada uno de ellos podemos buscar la forma de conectar con otras personas.

Verdaderamente es así. Pero no me negarás que con las nuevas tecnologías también desde casa podemos organizarnos con otras personas para algo más que ‘matar zombies’, hablar de fútbol o desahogarte o ‘fardar’ con tu publicación por redes.

De este modo, podemos caer en una dinámica ‘antisocial’ que sencillamente nos impide ‘construir’ proyectos comunes, cara a cara, con otras personas que comparten nuestra sociedad, nuestros problemas, nuestras necesidades,…

Y claro, en esta tesitura, si te pones a pensar y miras atrás piensas, ¿tan bien estamos que hemos perdido el impulso de querer mejorar? Porque sencillamente es ese deseo de mejorar lo que te empuja a organizarte socialmente.

¿O simplemente hemos descartado la posibilidad de colaborar con otras y otros, pensando que no merece la pena y que a través de nuestro camino individual podemos conseguir lo mismo o más que compartiendo ‘luchas’ con terceros? No nos engañemos…

Fotografía Pixabay

Es verdad que no faltan las asociaciones religiosas, las peñas futbolísticas, alguna asociación cultural, pero, ¿aquí acaba todo?

¿Qué nos está pasando?

En los años 80 y 90 se recogieron las mejoras que fueron sembradas por las generaciones de la transición, que gracias a su fuerte carácter organizativo habían logrado derribar las múltiples barreras que encontraron a su paso.

Ante esa capacidad de movilización, parece que todo está bien hoy en día. O nos conformamos o nos resignamos. Culpamos a la clase política y damos la impresión de tener puestas las ‘anteojeras’ de los caballos de tiro, para no ver más allá de lo que nos espera en el día de mañana.

Ver como en reuniones convocadas por un AMPA de 200 familias socias asiste un solo matrimonio es concluyente de que algo está pasando.

En nuestra memoria, la imagen de aquellas familias unidas que se plantaban ante los órganos de la administración para demandar mejoras en los colegios de sus hijas e hijos, o que cortaban carreteras para tal fin, en aquellos años de las post-transición.

Imagen de manifestación por la Educación Pública en la post-transición. Fuente El Periódico.

¿Qué nos ha ocurrido? Acaso el ser humano ha dejado de ser individual y social para convertirse en individual y ‘confort-mista’.

Debemos salir de nuestra zona de confort. No busquemos excusas para justificarnos. Encontremos la forma de crecer socialmente. Sólo así podremos volver a encontrar la senda de los grandes logros. Andalucía lo necesita.

Nos guste o no, ante la inacción social, la clase política se acomoda, sea de un signo u otro. La sociedad andaluza debe volver a organizarse para enfrentarse a las injusticias que esa misma clase política orquesta por acción y omisión:

Vista Fosfoyesos en Huelva. Fuente el País.

Fosfoyesos, ampliación del depósito de residuos del Cabril, ampliación del depósito de residuos de Nerva, planificación de una tubería para desaguar las aguas tóxicas que aún quedan en Aznalcollar a nuestro río Guadalquivir y su entorno, falta de obras hídricas, privatización de la sanidad y la educación (pasando de un sistema público que es de todas y todos a un sistema privado donde unas pocas personas rigen su configuración y devenir), falta de comunicación de nuestros pueblos, de nuestras ciudades, por ausencia de medios alternativos al uso del automóvil individual, ausencia del fomento de un tejido productivo que no sólo se sustente en un masificado sector turístico cuya tendencia puede cambiar en cualquier momento, negación de la incorporación del territorio rural, mayoritario en Andalucía, a políticas de desarrollo no sólo basadas en el sector agrícola,…

Rotura balsa Aznalcóllar (Sevilla). Fuente El Diario de Sevilla.

Andalucía demanda que las andaluzas y andaluces vuelvan a crear tejidos asociativos para con sus acciones, evitar que las múltiples heridas que recorren su territorio la desangren. Debemos encontrar el equilibrio entre nuestra libertad personal y nuestra colaboración social, porque con pequeñas contribuciones temporales a esos movimientos asociativos podemos conseguir pequeños avances para nuestra sociedad.

Cementerio nuclear de El Cabril (Córdoba). Fuente El Diario.

Nadie va a venir a lavarle la cara a Andalucía desde el exterior, pese a la solidaridad de terceros. Nuestros problemas estructurales se perpetúan en el tiempo ante la incapacidad política de resolverlos. Debe ser la acción social de las más de 8.500.000 almas que pueblan nuestro territorio, las que contribuyan a revertir nuestra situación a través de esos pequeños-grandes avances.

En el recuerdo, las luchas de las madres y padres de esos colegios andaluces donde todo se conseguía con su unión, paso a paso. Recordar, al hilo de esto, hoy, en 2024, en plena era de la digitalización, todavía quedan colegios en Andalucía con amianto cancerígeno en sus elementos estructurales. Ahí queda eso. ¿De verdad crees que todo está conseguido?

Fuentes: Foto de Portada – CCOO Andalucía.

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